jueves, 12 de marzo de 2009

Soy unnnnnnn... cisne

Eso repetía una y otra vez en tono de parodia el bailarín Iker Gómez el sábado en Carme Teatre, en su espectáculo "La danza del cisne". Él es un cisne. Blanco, por supuesto. Todos somos cisnes blancos. ¿Verdadero? Verdadero, decíamos nosotros. Falso, apuntaba Iker, después de hacernos caer en la trampa. Llevo desde el sábado noche tarareando para mí el soniquete de la bella música con que se acompañaba. Música celestial y en directo, arrancada con maestría de las cuerdas de un violín. Tarará rarara pum tarará rarara pum tararáaaaaa tururururú. No. Esto no es la música que ella, su compañera en escena, tocaba tan maravillosamente. No. Esto es lo que reproduce mi cabeza desde el sábado, que no es lo mismo. Y menos si por fin aclaro a qué viene todo lo dicho hasta ahora. Pues sí. Voy a esclarecer esto. Resulta que cada vez que el tarará de marras viene a mi mente acude acompañado del honorable y de todo su séquito. El cisne. Blanco, por supuesto, seguido de todos los cisnes blancos por supuesto, como sus dientes blancos por supuesto, mostrados para la cámara en sonrisa forzada (ésa que recuerda a Indurain en pleno esfuerzo acercándose a la meta del Tourmalet) por supuesto. El honorable cisne hace declaraciones cuando le peta y luego se va con todos los cisnes detrás. No admite preguntas. El cisne no admite preguntas. Tengo una pregunta para usted. Jajaja. Y yo. Y yo. Y yo. Y yo. Todos queremos preguntar al cisne blanco que viste trajes oscuros. Y él no responde ni de los trajes ni a las preguntas. Cisnes blancos y dientes blancos desde el sábado noche. Tararás, cisnes y dientes cínicos. No veo más que cisnes cínicos luciendo el blanco de su apretada sonrisa. ¿Por qué? ¿Por qué esta obsesión con el honorable cisne blanco que, embutido en traje oscuro, repite sin cesar que es un cisne como si en vez de balbucear excusas tarareara las notas de una canción, y luego sonríe para las fotos apretando la dentadura blanca en un esfuerzo de contención emocional similar al esfuerzo físico del gran ciclista español cuando pedaleaba en pos de otra victoria para finalmente marcharse con la misma velocidad con que llegó, seguido en ambos momentos por todo un séquito de cisnes blancos enfundados en trajes oscuros que sonríen del mismo modo y caminan al mismo ritmo que el honorable de referencia? Pues no lo sé. Pregunten al cisne. A ver si hay suerte y por fin contesta algo. ¿Verdadero? Verdadero. Noooooooooo. No. Es falso. Falso. Falso.