sábado, 2 de agosto de 2008

Bolaño

Por fin acabé de leer 2666, la novela de Roberto Bolaño editada por Anagrama en octubre de 2004. Digo por fin porque es un novelón en los dos sentidos y por lo tanto ya estaba deseando terminarla. Después explicaré esto. Es un novelón porque es una novela muy larga, y es un novelón porque es una gran novela. La edición en la colección “Compactos”, que es la que he leído, editada ahora, en 2008, tiene nada menos que 1.119 páginas. (El director de teatro Álex Rigola ha hecho un montaje basado en la novela, de cinco horas de duración. Montaje que han podido ver ya en Barcelona, Madrid y Bilbao, entre otras ciudades del mundo). En cuanto a la novela en sí, me parece excelente, me ha enganchado hasta el punto de obligarme a abandonar otras lecturas durante bastantes días. Y eso me hacía sentirme apresado, y de ahí el deseo de acabarla. Debo confesar que tengo al autor entre mis preferidos desde que cayó en mis manos su “Estrella distante” y que, además, cada vez que lo leo o pienso en él me se apodera de mí la melancolía. Bolaño murió poco más de un año antes de que 2666 saliera al mercado. Tuvo una muerte anunciada, esperada desde hacía tiempo, así que estas páginas que acabé hoy seguramente las escribió desde una perspectiva que se me antoja en cierto modo doliente y trágica, por más que él lo oculte detrás de su ironía. No sé qué podría escribir yo en tales circunstancias. Creo que nada. Dicen de él que era un tipo áspero de trato, y que eso le había dado tantos enemigos como amigos. Puedo imaginarme las galas y citas sociales que rechazaba, y puedo imaginar el tipo de personaje que no le toleraba. Pero a mí me caía muy bien la persona que adivinaba detrás de ese estilo suyo tan frío y tan poco condescendiente. El caso es que Bolaño ha muerto demasiado pronto, y a mí me da mucha pena. Ahora tengo una gran curiosidad por ver ese montaje de Rigola. ¿Tendré que viajar, o habrá alguien que se atreva a traerlo a Valencia?