La Asociación Cultural La Tarumba y el Ayuntamiento de Alzira, con la colaboración de Enrique Herreras y Rosa Molero, que se han encargado de la coordinación y edición, han reunido un más que interesante conjunto de artículos y ensayos sobre el teatro actual, en un libro que acaba de publicarse (junio, 2008) con el título El Teatro del Siglo XXI. Visiones y revisiones.
Algunos de los textos provienen de las ponencias que acreditados profesionales de las Artes Escénicas expusieron en el Seminario sobre Teatro celebrado en el seno del Encontre de Teatre a l’Estiu 2007 de Alzira. Luego se han unido otras colaboraciones, fundamentalmente, aunque no en exclusiva, de profesionales valencianos y juntos han conformado el citado libro.
En cuanto a su contenido pueden apreciarse algunas aportaciones de claro corte académico y de gran calidad (no puedo dejar de citar los dos ensayos de Eduardo Pérez-Rasilla, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, ni tampoco el de Enrique Herreras, conocido y reconocido crítico teatral valenciano, que aborda un aspecto de gran relevancia para comprender el quehacer teatral de las nuevas vanguardias), pero lo que más abunda son las aportaciones atrevidas y valientes, a veces apuntando directamente a la herida, como las de Eva Zapico (autora, directora teatral y actriz) o Jacobo Pallarés (autor y director de la sala Espacio Inestable de Valencia), a veces irónicas (Alejandro Jornet, autor y profesor de la ESAD de Valencia, Ximo Flores, director de la Sala Teatro de los Manantiales de Valencia, o Rosa Molero, autora y crítica teatral).
La ambigüedad de los contenidos, afirma Enrique Herreras en su texto, diferencia la creación teatral de las vanguardias del actual siglo y del pasado, pues mientras que en aquéllas no se daba, en éstas, tras la devastación ideológica postmoderna, es un claro elemento de identificación. Pienso lo mismo. Y pienso además que Herreras abre una vía de análisis muy atractiva. La ambigüedad puede ser una actitud, un modo de hacer premeditado y controlado, dotado de intencionalidad en busca de unos efectos específicos (él pone el ejemplo, entre otros, de Angélica Liddell, cuando ella afirma que conmover es más importante que transmitir mensajes) y puede ser una cuestión de comodidad. Uno puede instalarse en ella y mover la escena según convenga al gusto estético del momento. Es igualmente una postura escapista y un bálsamo para limar asperezas. Es un signo de estos tiempos. Tiempos marcados por una compulsiva y acelerada búsqueda del goce, por más que éste sea extremadamente fugaz y a menudo vacío.
Algunos de los textos provienen de las ponencias que acreditados profesionales de las Artes Escénicas expusieron en el Seminario sobre Teatro celebrado en el seno del Encontre de Teatre a l’Estiu 2007 de Alzira. Luego se han unido otras colaboraciones, fundamentalmente, aunque no en exclusiva, de profesionales valencianos y juntos han conformado el citado libro.
En cuanto a su contenido pueden apreciarse algunas aportaciones de claro corte académico y de gran calidad (no puedo dejar de citar los dos ensayos de Eduardo Pérez-Rasilla, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, ni tampoco el de Enrique Herreras, conocido y reconocido crítico teatral valenciano, que aborda un aspecto de gran relevancia para comprender el quehacer teatral de las nuevas vanguardias), pero lo que más abunda son las aportaciones atrevidas y valientes, a veces apuntando directamente a la herida, como las de Eva Zapico (autora, directora teatral y actriz) o Jacobo Pallarés (autor y director de la sala Espacio Inestable de Valencia), a veces irónicas (Alejandro Jornet, autor y profesor de la ESAD de Valencia, Ximo Flores, director de la Sala Teatro de los Manantiales de Valencia, o Rosa Molero, autora y crítica teatral).
